jueves, 30 de julio de 2009

La sorpresa enajenante

Muchos piensan que darle una fiesta sorpresa a sus seres queridos es algo muy bueno, pero invariablemente tiene consecuencias inesperadas. Permítanme un ejemplo.

Digamos que a un bien intencionado muchacho se le ocurre darle una fiesta sorpresa de cumpleaños a su novia. El joven procede a contactar a los parientes y amigos de ella, les informa del plan y les recuerda que deben mantener el sigilo. Luego se encarga de arreglar el resto de preparativos para el jolgorio: consigue el lugar, la música, la comida. Por supuesto, hace todo sin que se dé cuenta su bienamada jovencita. Cuando llega el día de la fiesta, todos los invitados llegan temprano y se preparan para recibir a la incauta. El novio lleva a la festejada con falsos pretextos al lugar convenido y, en el instante preciso, los invitados hacen su aparición de forma abrupta y simultánea, en medio de gritos y sacudidas violentas de extremidades.


En fracciones de segundo que parecieran ser interminables, la mente de la joven es inundada por una mezcla de confusión, pánico y horror. Cuando logra reaccionar, apenas tiene tiempo de esconder su descompuesto semblante tras una sonrisa. Consciente de las convenciones sociales, ella simula tranquilidad y agradece a todos por su presencia. Pasa a sentarse a la mesa para ocultar el hecho de que todavía le están temblando sus rodillas. El resto de la velada concluye sin consecuencia aparente. Pero algo empieza a gestarse dentro de la consciencia de nuestra amiga: algo que cambiará todo su mundo, para siempre.

Conforme pasan los días, la joven festejada empieza a reflexionar repetidamente sobre el hecho de que pudiera organizarse algo tan grande y complejo como esa fiesta, bajo sus propias narices. En una de las muchas cavilaciones que invaden sus días, la asalta una terrible duda: ¿que otras cosas han pasado, están pasando y pasarán sin que yo me entere? Sin poder evitarlo, recordará incesantemente las mentiras que le dijeron sus seres más queridos para alejarla de la verdad: ficciones dichas para ocultar planes secretos. Otra interrogante surge: ¿cuantas cosas me han ocultado mis amigos? Poco a poco abandona su círculo social cuando se da cuenta que ya no puede confiar en nadie.

La desconfianza se convierte en paranoia cuando la jovencita se rehúsa a comer alimentos que no hayan sido preparados frente a sus ojos. Le pone llaves y contraseñas a todo. Cada media hora cambia la contraseña de acceso de su laptop para evitar que los fisgones de sus papás y hermanos se metan a hurgar sus cosas. Encontrando insoportable la idea de compartir el mismo techo que gente tan intrigante como su familia, abandona su casa y empieza a vivir sola. Convencida que sus compañeros de trabajo y estudio están complotando para sabotearla, abandona su trabajo y la universidad.

El joven novio, preocupado por tan radicales cambios de conducta de su amada, trata de hacerla entrar en razón, pero no puede hacer que ella le crea una sola palabra de lo que dice. A pesar de haber estado juntos más de seis años, la relación se termina en medio de agrias recriminaciones. Sola, desempleada, sin amigos y sin familia, la muchacha termina recluida en un centro psiquiátrico. Luego de abundantes terapias y medicamentos, la joven es dada de alta y enviada a reintegrarse a una sociedad a la cual regresa como una sombra de su antiguo ser, hasta el fin de sus días temerosa y presa de ataques de ansiedad constantes.

Así como la chica de nuestro ejemplo, miles de millones de vidas están en riesgo de arruinarse para siempre. ¿No creen que ya es hora de evitar tanto sufrimiento innecesario? La próxima vez que hagamos una fiesta, avisémosle al cumpleañero.

Recuerden: la vida que salven, podría ser la propia.

domingo, 26 de julio de 2009

Publicidad de película

En una ciudad como tantas otras, fuerzas ocultas y malignas están hipnotizando a la población, sometiéndola por medio de mensajes subliminales escondidos dentro de toda la publicidad. ¿Podrá alguien detener tan siniestro plan?

Esta es la premisa de la película They Live, de 1988. En esta película, las carteleras panorámicas, los rótulos, las revistas, y todo tipo de material impreso llevaba inserto mensajes como "CONSUMAN", "CÁSENSE Y REPRODÚZCANSE" y especialmente, "OBEDEZCAN". Las personas en el filme no podían ver estos mensajes pues están bajo el efecto de un rayo hipnótico escondido en una estación de cable.

Pero con ayuda de unos anteojos especiales, es posible darse cuenta del engaño:





Cuanta imaginación la de los guionistas de Hollywood, ¿no? Algo así nunca podría pasar en la vida real, ¿verdad?

Al menos eso pensaba yo hasta que un día sali a la calle y vi esto:



Y luego esto, esto, esto y mucho más.

No podía creerlo. Las similitudes de la nueva publicidad de Pepsi con los carteles que aparecen en la película They Live son innegables.*



Como puede verse, no hay nada de fotos o dibujos: tan sólo texto sobre un fondo liso. El tipo de letra es casi el mismo. Los mensajes, también muy simples, tienen el mismo tono imperante: "SONRIE", "VIVE RIENDO", "SÉ POSITIVO", "SÉ DIVERTIDO", "PONETE BUZO".

Basta ver unos cuantos anuncios para darse cuenta que a uno no le están pidiendo ni sugiriendo nada: le están ordenando a uno a poseer un estado de ánimo específico, sin dar la menor razón por las cuales debería uno experimentarlo. Ni siquiera las religiones son así de vagas.

¿Y entonces? ¿Que significa esta campaña?

Por lo pronto, he concluido que hay dos posibles explicaciones a todo esto:

a.) Los creativos publicitarios nos consideran totalmente estúpidos. No nos creen capaces de poder leer más de cinco palabras seguidas. Ni siquiera confían en nuestra capacidad de abstracción, y por eso ya ni ponen dibujos o fotos. Y nos consideran tan dóciles que ni vale la pena decirnos por qué hacer las cosas, pues la haremos sin chistar.

b.) Todo esto es parte de una conspiración para dominar al mundo, en la cual utilizan algún tipo de hipnotismo para hacernos creer que los anuncios que vemos son simples y sin sentido, cuando en realidad son complejos y con varias capas de información que no podemos percibir de forma consciente.

Aunque, ahora que lo pienso, también hay una tercera posibilidad:

c.) Son los ejecutivos de Pepsi los que están sumergidos en algún tipo de sueño alucinante donde anuncios absurdos y poco creativos como estos todavía pueden considerarse publicidad y sirven para hacer que la gente quiera comprar gaseosa.


*Para ver más fotos sobre el tema, visite la galería de imágenes de este artículo.

lunes, 20 de julio de 2009

Venganza cerebral


(foto: ©2009 Jan Strome)

Me he desvelado. No es la primera vez, ni será la última. Pero la culpable es mi biologia, que me hizo tan sediento de madrugadas. Además, todos saben que las mejores horas para concentrarse y sacar trabajo son las que están comprendidas desde las 11 pm hasta las 3:30 am. En ese momento las algarabía que pulula el mundo se silencia. No hay nadie que quiera distraernos para chismear o chatear. Es una maravilla.

Lo malo es cuando me toca ir a trabajar desvelado, como hoy. Eso tiende a enojar a mi cerebro, y hoy efectivamente está furioso. Así que va a castigarme por privarlo del festín de neurotransmisores que pensaba darse durante el sueño que nunca le di.

Tengo miedo. Cualquier cosa es posible cuando el cerebro busca venganza. Sus castigos son por lo general sutiles pero contundentes. También son muy variados. Puede que mi hemisferio derecho -sede de la creatividad- abra su caja de Pandora y mi jornada sea tan alucinante como el viaje de Hunter Thompson a las Vegas. Puede que me encuentre a mi mismo hablando y riéndome solo. Puede que ame a quien odio y odie a quien ame. Puede que me encuentre en frenesí maniático o bien en un bajón melancólico. Puede que vea u oiga cosas que no estén alli. Puede que se me olvide todo lo que me digan.

Y a la vez, puede que no pase nada de lo anterior. Puede que no pase nada absurdo ni escalofriante. Puede que sea un día laboral como tantos otros. Ocho horas de trabajo de oficina, sin pena ni gloria.

Definitivamente, ese es el peor castigo de todos.

jueves, 16 de julio de 2009

Tener siempre vecino, calvario del citadino

Una de las cosas más abrumadoras que se aprenden al vivir en ciudad es que, se viva donde se viva, tendrá uno vecinos.

Una casa normal tiene por lo regular tres vecinos: uno a la derecha, otro a la izquierda y uno por la retaguardia. Los mejor librados son los que viven en una esquina: allí solo hay que compartir pared con dos gentes. En cambio, los condominios son terribles, pues además hay que preocuparse de los que viven enfrente. Definitivamente lo peor es vivir en apartamento. Allí no solo hay vecinos a los lados y enfrente, sino arriba y abajo.

Vecinos me han tocado de todo tipo. Buenos o malos, escandalosos o callados, maravillosos o escalofriantes. Pero siempre pintorescos.

Durante un tiempo tuve un vecino exhibicionista y un poco loco, que salía semidesnudo a lavar su carro todos los fines de semana. Lamentablemente, físico de atleta no tenía, y si quería atraer damas no lo consiguió. Mas bien, todo lo contrario.

En otra ocasión, mi madre se molestó con unos vecinos muy devotos que dieron en ensayar sus cantos e himnos religiosos a todo volumen el fin de semana entero. Tal vez el mayor problema es que no son los mejores músicos, y no se saben bien las canciones, así que repetían los mismos trozos una y otra vez. Mi progenitora comenzó a subir el volumen para no oir, pero finalmente ella sacó una grabadora al patio, la prendió a todo volumen con música de marimbas y salío a esconderse, como quien pone un mortero. Luego de ese torrente de decibelios, los vecinos batieron retirada. Fue una victoria pírrica, sin embargo, pues mi madre paró con zumbido de oídos toda la semana siguiente.

Sin embargo, mi anécdota favorita de vecinos fue la vez que se mudó una pareja de jóvenes extranjeros a la casa de atrás. Esa noche, comenzaron a oirse vigorosos gritos y gemidos por toda la vecindad. Al escuchar con un poco de atención el escándalo, no fue dificil concluir que la pareja estaba dando rienda suelta a su fogosidad carnal. Cosas de la juventud. Pero lo que hace especialmente divertida esta historia fue el estado de negación que la situación provocó en mi anciana abuelita. "Seguro están haciendo ejercicio", decia la pobre, a todo el que quisiera oirla. Porque es bien sabido que la mejor forma de hacer ejercicio es a media noche, con las luces apagadas.

sábado, 11 de julio de 2009

El romance es malo para la salud


(©Roy Lichtenstein - Kiss V )

PARTE I: EL ORIGEN

Durante la Edad Media, dos plagas surgieron en Europa. Una fue la muy inofensiva Peste Bubónica. La otra fue el romance. Lamentablemente, mientras que la Peste ha prácticamente desaparecido, el romance continua haciendo estragos en la vida de los ciudadanos decentes.

El romance contamina la cabeza de las juventudes con ideas totalmente absurdas, creando expectativas irreales sobre el amor, sobrevalorando el sentimiento y desdeñando el sentido común. Las mujeres -encantadoras criaturas- son mucho más vulnerables a este mal, que les provoca terribles alucinaciones protagonizadas por príncipes azules montados sobre caballos blancos. Los casos más graves sueñan con príncipes blancos sobre caballos azules.

En la primera mitad del siglo XX, la ciencia determinó que las principales fuentes de contagio del romance eran la literatura rosa y la poesía romántica. Quienquiera que evitara las lecturas de Becquer, Neruda y Corín Tellado estaría a salvo. Asimismo, se recomendó evitar las telenovelas, por si acaso.

¡El fin del romance parecía cerca! La humanidad se congratuló prematuramente sin darse cuenta que la plaga había desarrollado su más virulenta mutación, para la cual no estabamos preparados.

PARTE II: LA COMEDIA ROMÁNTICA

El nombre "comedia romántica" resulta engañoso, pues hace creer a la víctima que está viendo algo divertido. No nos dejemos engañar: son romances en su más pura forma. La estructura es simple y potente: los protagonistas de enamoran, luego se separan y luego, en un final espectacular, el Amor triunfa justo antes de los créditos finales.

El mal se manifiesta al poner un pie fuera del cine. Como con cualquier romance, las mujeres son las más afectadas. Sus mentes afiebradas alucinan con extravagantes manifestaciones románticas que van contra la razón, la decencia y la cordura. Mientras tanto, los hombres -verdaderas víctimas de esta plaga- palidecen al darse cuenta que todo el dinero que tenían ahorrado para comprar aros nuevos de titanio se esfumará tratando de apaciguar a sus encantadoras acompañantes.

Mientras logramos que los de Hollywood cesen la producción de tan nefastas películas, recomendamos a quienes lean esto evitar cualquier película de tintes románticos. Y si no pueden evitar ir, entonces procurar salirse antes de ver el tercer acto (fingir una emergencia médica es muy bueno para ese fin). Mejor que digan "aquí corrió" que "aquí quedó".

miércoles, 8 de julio de 2009

Memorias de un autonauta


(foto: ©2008 Myla Kent)

Estoy agradecido a Henry Ford por hacer posible que yo pueda desplazarme en un automotor. Pero a la vez lo maldigo de todo corazón por haberle dado la misma posibilidad a todos los demás.

Tener un automovil es fabuloso, hasta que uno lo saca del garaje. En mi caso particular, por vivir en una transitada vía y carecer de un portón eléctrico, debo ejectutar el mismo ritual todas las mañanas: sacar el auto poco a poco, poner las luces de emergencia, bajarme corriendo a cerrar el portón y luego subirme a toda velocidad a mi vehículo, tratando de que no me arranquen una extremidad, ¡o dios libre! la puerta de mi auto.

Una vez que uno ya está en movimiento, se encuentra con uno de los dos tipos de automovilistas: las tortugas o los bólidos. Los tortugas son todos aquellos idiotas que manejan más despacio que uno. Los bólidos son esos maniáticos desquiciados que lo rebasan a uno a 120 kilómetros por hora. Curiosamente, ambos tipos de conductores producen reflexiones de índole teológica. Los tortugas lo hacen a uno pensar en el Infierno, y cómo quisiera mandarlos a todos y a cada uno de ellos allí. Los bólidos lo hacen a uno rogar al Ángel de la Guardia para que lo ayude a uno a salir bien librado.

Y si estar en movimiento es arriesgado, estar inmóvil es enloquecedor. Durante varias horas al día, las calles de la ciudad se convierten en aparcaderos abiertos, donde nadie se mueve ni un centímetro en dirección alguna. Se recomienda llevar un poco de lectura liviana para pasar el rato. El Ulises de Joyce es un buen inicio, pero con cualquier tomo de más de mil páginas servirá.*

Por supuesto, no hay que olvidar a los policías de tráfico. Estos señores, -a quienes llamo Emetristas- tienen una habilidad indiscutible para enrevesar cualquier situación. Pareciera que lo único que hacen todo el día es jugar al Semáforo Inverso con los conductores, dándole paso a quienes les toque luz roja y deteniendo a los que les toca luz verde. Divertidísimo. Aunque he de decir que prefiero ese juego a su otro pasatiempo: la Multa Sorpresa.

Empiezo a sospechar que la verdadera razón por la cual una serie como Viaje a las Estrellas llegó a ser tan popular no fueron las aventuras interestelares, ni los extravagantes personajes: fue el teletransportador. ¿Cómo no emocionarse ante la idea de un futuro donde una invención maravillosa es capaz de llevarlo a uno de aquí para allá sin tener necesidad de utilizar vehículo alguno?


*Cualquier libro menos Todos los fuegos el fuego, de Cortázar. Leer el cuento Autopista del Sur en medio de un embotellamiento no es precisamente alentador.

sábado, 4 de julio de 2009

Un momento de metaconciencia



Me encontraba en la casa de mi amigo JJ, viendo una extraña película llamada S. Darko, que es la continuación de una película todavía más extraña llamada Donnie Darko, que combina visiones apocalípticas, viajes en el tiempo, humor negro y una historia de amor.

Y entonces pasó.

En un momento de la película, uno de los personajes menciona que el fin del mundo tomaría lugar el 4 de julio. Y en ese momento recordé que ya llevábamos más de veinte minutos de haber llegado al cuarto día del séptimo mes. O sea, que en la vida real, también era el 4 de julio.

Realmente es bizarro que una película tome lugar en la misma fecha en la que uno está la viendo. Ya me pasó con Independence Day (yo la vi un 3 de julio y la película toma lugar del 2 al 4 de julio) y también sucedió con Love Actually, que toma lugar durante las 5 semanas previas a la Navidad. (Yo la vi un 6 de diciembre).

¿Que pensar de esas intersecciones entre la realidad y la ficción?

Ni idea. Pero el hecho de darme cuenta de algo así a medianoche fue escalofriante. En momentos así, las historias como Purple Rose of Cairo o Last Action Hero -personajes que abandonan la película donde habitan y entran a nuestra realidad- parecieran ser posibles.

¿Pero, y si mi realidad fuera la ficción de alguien más? ¿Y si a mí me tocaba salir de mi universo para conocer uno más vasto y tangible?

Luego de abrumarme con estos pensamientos por unos instantes, finalmente atribuí estos desvaríos al cansancio y retorné a casa.

Tal vez como un homenaje a Unamuno y su novela, todo el camino de vuelta estuvo cubierto de una niebla casi impenetrable.

miércoles, 1 de julio de 2009

Thrillereando

No se me ocurrió mejor forma de honrar al fallecido Rey del Pop que presentar las cinco mejores imitaciones de Thriller que he visto:

5. La versión con el elenco de Final Fantasy: The Spirits Within


4. La versión SoBe, con lagartijas bailarinas.


3. La versión filipina, con los prisioneros del Centro de Detención y Rehabilitación de la provincia de Cebu.


2. La versión de Mithun Chakraborty, en la película hindú Kasam Paida Karne Wale Ki.


1. La versión del comediante inglés Lenny Henry.


Por supuesto, esta lista dista de ser exhaustiva u objetiva, pero es entretenida, y ¿no es eso lo que cuenta?

Por si no los han leído:

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