martes, 12 de octubre de 2010

Con un consejo y un duro, sale el hombre del apuro

Varios lectores nos han escrito para solicitar asesoría sobre ciertos problemas muy puntuales que los aquejan. Condolidos de sus pesares, hemos puesto nuestros amplios conocimientos a su entera disposición. Debido a la falta de espacio, hemos seleccionado los casos más dramáticos, los cuales les presentamos a continuación.

(Foto: Michele Constantini)


Señores:

A lo largo de varios años he desarrollado el hábito de hablarme a mí mismo. No es algo de lo que me sienta particularmente orgulloso, pero como nunca lo hago en público, creo que no molesto a nadie. Además, suelo darme muy buenos consejos. Pero ese no es mi problema. Mi problema es que últimamente me he dado cuenta de que no me hago caso a menos que me hable a mí mismo con un acento extranjero. Inglés, argentino, español, francés, me da lo mismo, pero tiene que ser un acento de afuera. Si intento hablarme con mi acento natural, me sorprendo a mi mismo ignorándome o bien mandándome a callar. Esto me deja muy molesto conmigo mismo. Además, hacer acentos no es mi fuerte y me resulta muy complicado. Por favor, aconséjenme qué puedo hacer para remediar este problema.

Atentamente,

-Monoilógico


Querido Mono:

Lo que usted está padeciendo es un desorden muy común de la sociedad actual: el Malinchismo Introvertido. Tan arraigada está en algunos paisanos la idea de que los extranjeros saben más que los de acá, que se le da preferencia automática a quien dice las cosas con acento extranjero, aunque digan meras sandeces. Le recomendamos explicarse a sí mismo, con calma, que si bien en el extranjero hay muchos adelantos, ser de aquí no es necesariamente desventajoso pues se tiene una visión mucho más cercana de la problemática local. Si eso no funciona, le recomendamos mudarse a otra nación donde hablen una lengua distinta. Así podrá hablarse con su acento de aquí, con la diferencia de que, en ese país, será acento extranjero.

Atentamente,

- Staff de Neuronas Parlanchinas

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Estimados señores:

Recientemente quise sorprender a mi marido para nuestro aniversario de bodas y sin decirle nada, acudí al consultorio del cirujano plástico a que me hicieran unos retoques en la nariz, en las pompis y en las bubis. Además me esculpieron el abdomen y me dieron la cintura que nunca tuve y que siempre quise. Pero cuando me presenté ante mi esposo, él se marchó de la casa disgustado. Mis intentos de arreglar las cosas fueron infructuosos y ahora él quiere divorciarse de mí. Pero lo peor es que me he enterado de que está saliendo con la contadora de su oficina, una mujer más vieja, más gorda y más fea que como yo era antes. Hasta su voz es de lo más desagradable. La verdad estoy muy deprimida. Ayúdenme a entender esto.

Atentamente,

-Reconstruida y Confundida


Querida Reconstruida:

Muchos hombres prefieren tener una esposa repulsiva para evitarse el arduo trabajo de mantener alejados a posibles competidores. Ahora que le has hecho la mala obra de hacerte apetecible, el pobre hombre ha sufrido un ataque de pánico y se ha ido a buscar a otra que le provea de la tranquilidad doméstica que busca. Si quieres recuperarlo, no hay alternativa: tendrás que regresar al quirófano a que te vuelvan a instalar la nariz de antes, te desinflen el busto y te hagan caer el asiento. Y a la próxima que quieras sorprender a tu marido, mejor cómprale un suéter.

Atentamente,

-El Staff de Neuronas Parlanchinas.

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Señores:

Trabajo como estilista en mi propio salón de belleza, el cual cuenta con una amplia clientela muy sofisticada, dispuesta a pagar generosamente por mis peinados (yo prefiero llamarlos “esculturas capilares”, pero el nombre todavía no ha hallado acogida entre mis clientes). Aparentemente soy feliz, pero, tengo un secreto muy peliagudo. Verán ustedes, soy heterosexual. No le he dicho a nadie, pues estoy seguro que si se llega a saber, lo perderé todo. El peso del secreto me atormenta y me ha causado varias crisis nerviosas, pues la idea de ser descubierto me produce una paranoia galopante. ¿Que puedo hacer? Cortar cabello de mujeres es mi vida.

Atentamente,

-Joven Manos de Tijera de Entresacar


Querido Joven:

Si hubieras acudido a algún otro consejero, probablemente te habrían dicho que tu preferencia sexual no es lo que importa, sino tu habilidad para cortar y peinar. Pero tu bien sabes que eso no es cierto. Un hombre heterosexual que trabaje de estilista es algo inaudito y produce desconfianza entre los maridos y novios de las clientes. Nuestro consejo: para quitarte el miedo a que te descubran, deja de fingirte gay y hazte un gay de verdad. Tenemos entendido que no es tan complicado, pues los prisioneros de las cárceles lo hacen todo el tiempo. Ahora bien, si no te apetece visitar un centro correccional y quisieras un cambio de preferencia más gradual, bien podrías empezar probando con trasvestis y seguir desde allí. Recuérdate de nosotros cuando seas Estilista del Año.

Saludos,

-Staff de Neuronas Parlanchinas

domingo, 3 de octubre de 2010

No hay peor sordo que el que puede oír

(Foto: Chris Ryan)

Durante mis años mozos, mis padres me recomendaron repetidamente que no escuchara la música a volúmenes tan elevados, pues me quedaría sordo. ¡Si tan sólo no les hubiera hecho caso!

Durante mucho tiempo, estuve convencido de que mis años de visitar discotecas habían dejado mi oído interno tan devastado como el centro de Hiroshima después de que le dejaran caer la bomba atómica encima. El galopante tinnitus que desarrollé en mi adolescencia parecía confirmar mi suposición. Sin embargo, esto lejos de entristecerme, me daba una cierta tranquilidad.

Porque si bien es cierto que estar completamente sordo no deja de ser una tragedia, estar medianamente sordo constituye una ventaja cuando se vive en una ciudad moderna. El semisordo puede transitar por la calle sin tener necesidad de cargar audífonos o tapones en los oidos para amordazar los gritos de los peatones ni el generoso uso del claxon de los conductores. ¿Y que pasa cuando uno se encuentra en interiores? Pues, seamos sinceros, la mayoría de las cosas que uno oye cotidianamente son puras fruslerías. En el caso de la información realmente importante, por lo general viene en forma escrita.

Pero hace un par de meses empecé a entrever la posibilidad de que tal vez no fuera yo tan sordo como pretendía ser. Me encontraba almorzando en casa de lo más contento cuando sentí mis tímpanos ser ultrajados por un chirrido tan agudo e insoportable que, si alguien hubiera decidido arañar un pizarrón en ese preciso momento, el rechinido resultante habría semejado una dulce melodía. Con las manos cubriéndome las orejas, busqué la fuente de tan detestable cacofonía, que resultó ser mi hermana, que me miraba atentamente mientras me apuntaba con su celular. ¿Pudiste oir eso?, me preguntó. Ese día aprendí dos cosas: primero, que mi hermana tiene una veta sádica de cuidado, y segundo, que pertenezco al reducido número de individuos que pueden percibir sonidos de alta frecuencia después de los veinticinco.

Lejos estaba yo de imaginar lo perjudicial que iba a resultarme pertenecer a este grupo de élite auditiva hasta que llegué a la casa el viernes. Al abrir la puerta fui recibido por un sonido agudo de origen desconocido, semejante a mi tinnitus, pero mucho más fuerte. Pensé en que podría ser mi hermana de nuevo, pero no. El sonido provenía de fuera, probablemente de alguna alarma doméstica mal ajustada. Fui a recorrer varias veces el vecindario pero no pude determinar el origen del sonido, y así no puedo exigirle a alguien que haga algo por eliminarlo. Además, como es el fin de semana, es poco probable que pueda hacerse algo antes del lunes.

Mientras tanto, no me queda otra que aguantarme. He cerrado puertas y ventanas, pero como se trata de un sonido de alta frecuencia, atraviesa vidrio y paredes como si fueran mantequilla. La única solución que he encontrado para no escucharlo es llenar mis oídos con música a todo volumen, de modo que el pitido no tenga espacio por donde llegar a mis tímpanos. De esta forma creo que lograré aguantar hasta que el pitido desaparezca o yo me quede sordo del todo. Mi madre me ha dicho algo que sonó a “victoria pírrica”, pero como no pude leer sus labios y ella tampoco lo puso por escrito, no estoy seguro.

Por si no los han leído:

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