lunes, 21 de diciembre de 2009

El dolor del cambio

Después de luchar por muchos años, ha empezado a perder la batalla, y es cada vez más evidente que su fin está cerca, muy cerca. Aunque desde hace varios meses su desgaste era evidente, hoy apenas puede realizar las más mínimas tareas. Por dentro, todos sus sistemas principales le están colapsando y yo sé que debo prepararme para lo inevitable: cambiar de teléfono celular.


(Foto: Malek Chamoun)

Tal vez les parezca demasiado dramático de mi parte, pero el fallecimiento de uno de estos enseres no me hace ni una pizca de gracia. Aunque los fabricantes de teléfonos y las empresas de telefonía quisieran que todos cambiáramos de aparato cada año, yo trato de aplazar este tipo de cambios lo más posible, pues bien sé que un cambio de aparato constituye un proceso absolutamente incómodo.

Empecemos por el hecho de que cada modelo de aparato es totalmente distinto a los demás, y frecuentemente hay que aprender a usarlo desde cero. Buena parte de las incontables horas y horas invertidas para dominar al aparato anterior son inútiles con el nuevo, pues lo que antes estaba a la derecha, ahora está a la izquierda. Lo que estaba arriba, ahora está abajo. Y lo que antes estaba al centro, ya no está en este modelo.

Pero lo que hace que cambiar de celular sea un verdadero dolor es la transferencia de los contactos. Hasta la fecha he cambiado de celular cuatro veces, y en cada oportunidad me ha tocado reconstruir mi directorio telefónico en su totalidad. Y aunque uno no tenga un listado demasiado extenso, ingresar una veintena de contactos letra por letra y número por número no es una nadería. Pero no hay de otra.

Por supuesto, ingresar mis contactos sería mucho más fácil si yo adquiriera uno de los nuevos celulares inteligentes, que pueden cargar por vía inalámbrica los datos de nuestros parientes, amigos y conocidos en un santiamén. Pero me gustan las cosas sencillas y estos aparatos son lo más complicado que existe.

Por otra parte, estos aparatos tan modernos y caros tienden a ser extremadamente codiciados por los amigos de lo ajeno. Esto significa que, para evitar vivir en un eterno estado de paranoia y ansiedad, tendría que dejar el aparato en casa siempre, pues sería el único lugar donde estaría a salvo de los señores asaltantes. Y creo que eso le quitaría algo de gracia a tener un teléfono celular.

Así pues, dentro de poco estaré ingresando mis contactos a mi nuevo celular, uno por uno. Desde ya pido a mis parientes, amigos y conocidos, un poco de paciencia, pues como ya les dije antes, esto va a demorar un buen rato.

4 comentarios:

Julio Serrano Echeverría dijo...

hacé una copia de contactos al sim (la opción siempre está en la agenda de todos los modelos) y luego pasás ese sim al teléfono nuevo y casi seguro te va a preguntar si querés copiar los contactos del sim al teléfono y voilá!

abrazo don muñe

Zapato Rojo dijo...

Ahora ya sabes por qué nunca deseché mi libreta de direcciones. La tecnología nunca será tan confiable o duradera como el papel y el lápiz.

Gabriela Cassini dijo...

Me pasó eso una vez, porque boté el celular en el baño y se me mojó todo y ya no funcionó.

Lo que yo hice fue poner un aviso a todos mis amigos en el Facebook, para que ellos me llamaran y así ya solo me tocaba guardar los números y ponerles nombre. Pero de todos modos fue un trabajal.

Lafán dijo...

Y en cuanto al directorio, me parece que vino a aflojar todavía más la memoria personal. Ahora quien pierde el teléfono o se le descompone se queda aislado porque no se sabe ni un solo número ya que confía plenamente en esos aparatitos engañosos, que se tragan los mensajes, no sacan las llamadas y nos extraen el dinero del bolsillo.

Por si no los han leído:

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