domingo, 10 de mayo de 2009

Si me buscas, tu a mi...

Tu sabes lo que sigue.

A ver, cántalo.

Que no? Cantemos juntos entonces:
"...me podrás encontrar. Si quieres reir, descubre la alegría de soñar: un mundo de aventuras sin igual, junto a mi, a tu amiga Candy!"



Admítelo. Eres un hombre y viste Candy Candy cuando eras niño. Yo sé, no es el tipo de cosa que uno quiere reconocer, pues pone tu masculinidad en entredicho. Si te ayuda, yo también la vi. Pero no estamos solos. Hay miles como nosotros.

No es fácil ser hombre de pelo en pecho en un país latino y admitir que uno vio una caricatura así de mujeril. Y no una, sino repetidas veces (los canales aparentemente no tenían otra serie que mostrar por las tardes). Reconocer algo así era igual que admitir que uno era una niña, lo cual equivalía a la muerte social para un niño de 8 años. Bueno, aunque ser comparado con una infanta a los 30 tampoco ayuda mucho.

Pero no fue nuestra culpa. Cuando éramos niños, no existían muchas opciones televisivas. No había cable ni internet. Era a mediados del período Jurásico y los dinosaurios todavía caminaban sobre la tierra.

Podría haber sido mucho peor. Al menos Candy Candy despertó en muchos de nosotros un amor por el animé que dura hasta hoy en día: Mazinger, Ghost in the Shell, Sailor Moon, Cowboy Beebop, Bible Black, etc.

Finalmente, la experiencia de ver una telenovela animada ha hecho posible tolerar las películas romanticonas que las señoritas insisten en ver cada vez que uno las lleva al cine. ¡Gracias, Candy!

1 comentario:

Chita dijo...

Kandy kandy!! Que tiempos aquellos!!

Por si no los han leído:

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