viernes, 30 de julio de 2010

El porqué de la periodicidad

(Foto: Daniel Grill)

A veces, defender las cosas que uno hace es una batalla cuesta arriba, especialmente si uno tiene un espíritu caprichoso y tiene por costumbre hacer cosas ilógicas, inesperadas o absurdas. Para muestra un botón.

Hace poco tiempo comenté sobre la avalancha de información que nos abruma a todos y a cada uno de los habitantes del mundo moderno. Por vía impresa, radial, televisiva o electrónica, los datos se desparraman incesantemente, a través de nuestros ojos y oídos, encaminándose inexorables hasta llegar a nuestros cerebros, donde saturan los procesos cognitivos en un océano de conocimiento precipitado. Por ello, cualquier otra persona con un ápice de cordura estaría enfilando al sótano para aislarse de este ataque a los sentidos. En cambio, este servidor de ustedes compró una suscripción de periódico.

Habiendo tantas cosas menos frívolas en las cuales podría haber derrochado mi dinero, como una botella de champaña con virutas de oro flotando dentro o un reloj a prueba de balas, una suscripción de periódico no deja de ser bastante disparatada. Especialmente cuando consideramos que periódicos no me faltan en mi diario vivir. De los ocho o diez periódicos que se publican en el país, yo tengo acceso regular a casi todos. En mi casa estamos suscritos a dos. En la oficina recibimos otro más. Si uno visita un restaurante, es posible conseguir el resto. Y por supuesto, todos y cada uno de estos diarios se encuentran disponibles en Internet. ¿Entonces? ¿Para qué una suscripción?

Después de largas cavilaciones, una conclusión a la que he llegado es… que realmente me gustan los periódicos impresos. Hay algo en ellos que ejerce sobre mí un embeleso indiscutible. La experiencia tan deleitablemente análoga de pasar las páginas de un periódico está ausente en las nuevas tecnologías. También son relativamente permanentes e indiferentes a los fallos de energía o colapsos informáticos. Borrar un sitio web es fácil, pero eliminar todas y cada una de las copias de un periódico una vez que éstas han sido distribuidas, es imposible.

La experiencia de leer un periódico tiene un encanto muy propio. Apenas unidas por un doblez, las páginas de un periódico incluyen información de todas partes del mundo en un orden establecido e invariable: nacionales, internacionales, de negocios, sociedad, cultura y deportes. Aunque es posible leer el periódico entero, muy poca gente lo hace y en esto, yo me incluyo. En mi caso, aunque siempre intento leer el periódico en su totalidad, al empezar a leer la sección de deportes me siento invadido de un hastío tan fuerte que me hace dejar el periódico en ese preciso momento. La sección de negocios también solía causarme el mismo efecto, pero cada vez la veo con más detenimiento. Puede ser una señal de madurez, quien sabe. Esperemos que no.

Pero dejando de lado mi consabido romance por las formas impresas de comunicación, la otra razón por la cual decidí suscribirme es que cada periódico es diferente. En este país tenemos un periódico oficial, dos ultraconservadores, dos de corte progresivo e intelectual y tres amarillistas. Debido a los diferentes mercados a los cuales están dirigidos, la forma de reportar de cada periódico suele ser diferente en tono, tema y diseño. Los que suelo leer contienen artículos con análisis de fondo y amplia cobertura a las propuestas culturales, todo presentado en colores sutiles y diagramación elegante. Los otros diarios se caracterizan por sus abundantes fotos de catástrofes, accidentes viales, actos de violencia y señoritas en bikini. ¿A alguien sorprende que estos últimos sean los diarios de mayor circulación?

Ahora bien, respondamos a la pregunta que formulamos anteriormente. ¿Por qué una suscripción? Porque tengo gustos de lectura muy específicos y adquirir periódicos de corte intelectual me hace sentirme todo un miembro de la élite sociocultural del país. ¿Es suscribirse a un diario más algo sabio en vista de la crisis de saturación informática? Pues por supuesto que no. La pila de diarios sin leer en mi casa aumenta cada día, ocasionando neurosis y estrés en este lector, a quien sus delirios de grandeza le han hecho prácticamente imposible ponerse al día con sus lecturas atrasadas. Pero así es la vida cuando uno es un esnob cultural. Si fuera fácil, no sería así de delicioso.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Sabes XD que dicen que los libros y los periodicos no dasapreceran porque existe en el ser humano una añoranza permanente por tocar el papel, a mi me pasa, no es lo mismo la pantalla con su RGB y pixeles que la textura, el aroma y la nitidez del papel ;)

Magdalena dijo...

Excelente forma de expresar tu opinión, pues me mantuviste atenta palabra tras palabra.
De más (bueno, quizá no) está decir que comparto esa sensación tan placentera que produce el ponerse en contacto con el papel, con su textura, con el olor que expelen no solo los diarios, sino los libros viejos. Es uno de esos detalles que hacen pensar en el deleite de vivir.

Seguiré pasando.

Saludos.

Por si no los han leído:

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