lunes, 12 de octubre de 2009

Oscurantismo al instante



De pronto, no puedo ver nada. ¿Acaso me habré quedado dormido? No: Tengo abiertos los ojos y aunque estoy dilatando las pupilas lo más que puedo, no logro distinguir ni formas ni colores. ¡Oh, no! ¿Estaré ciego? Antes de poder responder esa cuestión, me doy cuenta que el silencio se ha hecho abrumador de repente. No puedo percibir ni una nota de la estruendosa música que tenía puesta hace tan solo unos segundos, como tampoco puedo oir ningún otro sonido. ¿Estaré sordo? Tampoco siento la brisa que momentos atrás soplaba en mi habitación proveniente del ventilador. Comienza a invadirme una interrogante mucho más grave: ¿Estaré muerto? Después de breves pero interminables instantes con esta terrible incertidumbre, comienzo a escuchar gritos de frustración de los vecinos y noto que trémulas luces de candelas y linternas se encienden en las casas aledañas. Es en ese momento que me doy cuenta de que ha habido un apagón.

Una falla en el surtido eléctrico es como un certero aguijón que perfora el inflado ego de la sociedad moderna, tan orgullosa de sus maravillas tecnológicas: televisiones ultradelgadas con miles de canales, computadoras con conexión a Internet de banda ancha, teatros en casa, hornos de microondas, estufas eléctricas, teléfonos inalámbricos y un sin fin de artilugios similares por demás verdaderamente prodigiosos. Pero basta un corto circuito en la red eléctrica para que ninguno de estos artilugios sirva de nada: las televisiones y los electrodomésticos se vuelven montones de plástico inútil. Los discos compactos y DVDs se vuelven una colección de platillos reflejantes sin oficio ni beneficio.

Es muy inquietante  ver todos los avances de los últimos 200 años desaparecer como por arte de magia al mismo tiempo que nos vemos trasladados de forma mágica al año 1800, con la diferencia de que la gente de esa época estaba mucho mejor preparada que uno para llevar toda una vida sin electricidad, por el simple hecho de que no poseían objeto alguno que requiriese voltios o vatios para funcionar.

Los individuos adinerados o extremadamente previsores generalmente mantienen plantas generadoras o baterías en abundancia para situaciones como ésta, pero el citadino común y corriente que se ve privado de su preciosa electricidad durante las horas de la noche se vuelve un individuo frustrado, angustiado, aburrido e inútil.

El apagón al que me referí al principio es un buen ejemplo de ello. Luego de mi reacción inicial, esperé unos minutos para ver si no regresaba la luz. Al ver que pasaba el tiempo y la oscuridad no cesaba, comencé a buscar una lámpara o una candela. Como fruto de mi búsqueda a ciegas logré determinar la posición exacta de paredes y puertas, los cuales ubiqué con la poco conocida maniobra de impactarlos con el rostro.

Luego de abandonar el fútil intento de obtener fuentes de luz alternativas, me senté en mi cama (la cual había hallado aplastando mis dedos descalzos contra una de sus patas). Mientras me friccionaba el pie, analicé mis opciones. Como no tenía iluminación alguna, no podía leer o escribir. Como no tenía radio de baterías, no podía escuchar música. Cero televisión, cero internet. Como en ese momento estaba solo, pensé en llamar a alguien para charlar, pero el teléfono de línea fija es inalámbrico y el celular estaba descargado. Pensé en dormir, pero hacía demasiado calor.  

Estaba en esas cuando volvió la luz. Profundamente agradecido y loco de la alegría, estuve a punto de besar un tomacorriente, pero me contuve a tiempo antes de morir electrocutado.

7 comentarios:

Lupe de Vega dijo...

Todavía no he leído el artículo, pero he de decir que la ilustración está hipnotizante. Ese recuadro es casi encandilador.

Macksim R. dijo...

Eso de los apagones me pone para el suicidio, en serio no se puede hacer nada más que meditar... y la verdad es que si lleno mi vida con artilugios y tecnologia es porque pensar es lo que menos quiere uno... pensar es peligroso...

Rachel Macadamia dijo...

Que chiste, yo esperando que cargara la imagen, y ya habia cargado, jajaja.

Con respecto al artículo: creo que no he leído en tiempos recientes una elegía al apagón con tanto vigor y entusiasmo. Ahora veamos si la experiencia te enseña a tener a la mano linternas o candelas.

Go Jira dijo...

Con el apagon... que cosas suceden... que cosas suceden... con el apagón...

Zapato Rojo dijo...

No se diga más: invertiré mi dinero en las empresas fabricantes de baterías y plantas eléctricas de emergencia.

Jerry Thom dijo...

Esto de los apagones es un peligro latente para todos los que trabajamos con aparatos eléctricos. Por eso es tan importante realizar copias de archivo cada cierto tiempo. Por fortuna ahora ya muchos programas lo hacen automáticamente, pero antes había que estarse recordando de hacerlo y llegaba a tal punto la neurosis que más se pasaba uno guardando que escribiendo...jajaja

Monica Salaberria dijo...

Yo realmente quisiera que hubieran más apagones. En el último apagón, luego de que todos pararon de quejarse por no tener tele ni radio, prendimos unas velas en el comedor y nos sentamos a platicar como no lo hacíamos desde hace tiempo. Creo que el próximo mes, si no hay apagón, voy a desconectar los fusibles de la casa.

Por si no los han leído:

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