lunes, 5 de octubre de 2009

Remansos de irrealidad



(Relatividad - MC Escher)

Amigos míos, hoy vamos a hablar de unos lugares muy particulares, donde nada es lo que parece y todo pretende ser algo más. Unos sitios fantásticos, donde la ilusión es la realidad y la realidad no existe. Quien desee visitar estos recovecos de lo absurdo encontrará que son extremadamente accesibles. Para visitarlos ni siquiera es necesario entrar en la Dimensión Desconocida: tan sólo es necesario acudir a su centro comercial más cercano.

El shopping mall de la actualidad desciende de una larga tradición de aglomeraciones mercantiles como lo son los mercados municipales y los bazares árabes. Sin embargo, bien podemos decir que el concepto ha evolucionado a tal punto que ya se trata de entidades totalmente distintas. En ningun mercado o bazar encontraremos una profusión tal de ascensores, escaleras eléctricas, pantallas interactivas o fuentes de alta tecnología que utilicen gotas de agua para escribir frases de bienvenida. Tampoco hay muchos bazares o mercados donde encontraremos cines, acuarios, trenes en miniatura, carruseles de varios pisos o ruedas de Chicago entremezclados con las tiendas. Poco falta para que agreguen parques acuáticos o pistas de carreras.

Definitivamente, los centros comerciales de hoy en día son lugares prodigiosos. Y pareciera que su nivel de inverosimilitud aumenta directamente en relación con su tamaño. Así, los centros comerciales que ocupan más de dos cuadras de extensión y que cuentan con varios pisos de altura son los lugares más fenomenales a los que se puede acceder en la vida.

Quien deambule por estos sitios, seguramente se verá sorprendido al constatar que en ellos, la artificialidad es la norma. En los centros comerciales encontramos cataratas falsas, bosques de plástico, paisajes digitales y vegetación sintética. Aunque los locales parecen estar hechos de piedra y ladrillo, bien sabemos que las paredes son de tablayeso y los pisos de vinyl.

Y precisamente porque en los centros comerciales nada es lo que parece, debe ejercerse extrema cautela antes de ingresar a uno de ellos. Así como las plantas carnívoras usan colores y fragancias para atrapar insectos, los centros comerciales utilizan todos sus portentos, maravillas y extravagancias para atolondrar a los desprevenidos y hacerlos entrar en más de alguna de sus múltiples tiendas, de donde  ninguna billetera sale viva y todos los ahorros son devorados sin piedad.

7 comentarios:

Ché Ché Ché dijo...

¡Vaya si no son lugares fantásticos! ¡Apenas entré quince minutos y cuando salí ya sólo me quedaba medio sueldo!

Monica Salaberria dijo...

El uso de la imagen de Escher estuvo especialmente apropiada, porque es un hecho que cada vez es más facil perderse en los enormes centros comerciales de hoy en día. En más de una ocasión he sentido el poderoso impulso de caminar dejando un hilo para hacer como hizo Teseo en el Laberinto.

Y si me vuelvo a perder, seguro que lo haré.

Olgama dijo...

Si el capitalismo es una religión, entonces estas son sus catedrales!

Michelle Díaz-Santi dijo...

Extraño los tiempos donde lo mas cercano a un centro comercial eran las tienditas de barrio. Yo sé, yo sé... la belleza de tiempos idos...

Pepe Trueno dijo...

No cabe duda que los centros comerciales son unos microcosmos interesantísimos. Dan ganas de estar alli por horas y horas. No por nada Kevin Smith hizo "Mallrats": una película ubicada con ambos pies dentro de uno de estos lugares.

Susana Volta dijo...

Deja de leer uno este blog un par de semanas y se pierde los buenos artículos. Este ha estado muy bueno.

Yo como visitante asidua de los "remansos", he de decir que nunca los vi como algo potencialmente maligno.
¿Lo peor de todo? Que aun después de leer tu artículo, ahora tengo ganas de salir corriendo a comprarme un par de zapatos.

Lafán dijo...

Seguro que son los laberitos modernos. ¿Y qué decir de sus respectivos parqueos? Cuando uno sale del centro comercial rumbo a casa, comienza a dudar si fue cerca de la columna 3B o 4C donde dejó el carro. La angustia ataca al ver a otros seres, tan desencajados como uno, buscando su automóvil, recorriendo el sótano 1, 2, 3, etc., preguntando a los guardias si han visto un carro con tales características, oyendo llorar a los niños, que se sienten tan perdidos como Hansel y Gretel en medio de bosque oscuro. En fin, esto es parte de la modernidad y ante eso solamente cabe resignarse.

Por si no los han leído:

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