lunes, 19 de octubre de 2009

Problemas de suspensión


(foto: Heath Korvola)

Disfrutar de una obra de ficción es más complicado de lo que parece. Para poder leer un cuento o ver una película, es preciso realizar una serie de procesos mentales sumamente complejos, donde básicamente decidimos alterar nuestro estado de conciencia para redefinir temporalmente nuestra realidad. Es un estado de percepción hecho a la medida, donde no solo se le ordena al cerebro que ignore todo ruido de fondo (luces, sonidos, etc.), sino que además se le dan instrucciones precisas de que olvide o se desentienda de todo conocimiento que pueda crear conflicto con la información que nos está proporcionando la historia que estamos disfrutando.

Porque aunque la ficción no es la realidad, para poder disfrutar de la ficción, tenemos que convertirla en realidad, al menos durante el tiempo que estamos procesándola. Tenemos que creer sinceramente que el cuento que estamos leyendo sucedió en la vida real, no sólo en la mente del escritor. Es preciso ver una película creyendo que lo que está pasando no es algo escrito por un guionista, sino que se trata de algo tan real como el noticiero de la tarde. Tenemos que ver a los personajes como seres auténticos, que pueden pensar por sí mismos y que no sólo obedecen a los caprichos del director.

A todo esta se le llama suspensión de la incredulidad, y es un proceso tan complejo como frágil. Se necesita de una mente disciplinada y entrenada para poder ingresar en los mundos paralelos de la ficción y quedarse allí mientras sea necesario.

Pero contar con una mente experimentada en este tipo de esquizofrenia ad hoc es tan solo la mitad de la ecuación. La otra parte está en las manos de los creadores de ficción, quienes deben contribuir creando experiencias originales y cautivadoras. Lamentablemente muchos se contentan con escribir historias pobremente estructuradas, con personajes absurdos o situaciones absolutamente ridículas. Una forma especialmente efectiva para arruinar un mundo de ficción es tratar de hacerlo fundirse con el mundo real, entremezclando historia con fábula. Pero esto es algo sólo para los creadores más talentosos, porque la introducción torpe de un objeto o personaje real en una narrativa por demás ficticia puede ser totalmente discordante para el espectador, arrancándolo de su embobamiento autoinducido y despertando las partes reprimidas de su cerebro, que brincan al unísono para señalar las inconsistencias de la historia, la cual colapsa como un castillo de naipes, trayendo consigo la incredulidad hasta entonces tan heroicamente suspendida.

Otra forma en la que los creadores atentan contra sus espectadores es cuando logran un cierto éxito y luego dejan que sus egos se inflamen cuando son entrevistados. Allí se apresuran a recalcar que ellos son los amos y señores de sus universos, y que todos los personajes que habitan allí no son más que títeres a su servicio y disposición. Para un espectador no hay nada mas desagradable que le recalquen vigorosamente la falsedad de la ficción que se desea experimentar. Tratar sumergirse en la fantasía después de eso, es algo prácticamente imposible.

En estos casos, lo mejor es buscar otras ficciones, creadas por personas que estén conscientes de los esfuerzos que hacen sus espectadores y que los recompensen con historias tan bien escritas que valgan la pena abandonar el mundo real.

6 comentarios:

Jerry Thom dijo...

Algo que detesto de las series de televisión es cuando un personaje le dije a otro: "¿Que crees que es esto, una serie de televisión?"

Después de eso, mejor apagar la tele.

Ché Ché Ché dijo...

Cuando les meten demasiada publicidad a las películas, arruinan todo, porque lo hacen sentir a uno como que está viendo un comercial de hora y media.

Mariana Stallen-Krug dijo...

Pues yo hasta hoy me he enterado de la "suspensión de la incredulidad". Pensé que era un término inventado para fines de esta columna, pero al leer un poco me he enterado de que no lo es. Así que he aprendido algo nuevo mientras me entretengo. Ahora tus columnas ya resultaron ser hasta pedagógicas. Gracias.

Natalia Hassell dijo...

Realmente tan sólo se arañó la superficie con esto de los procesos de abstracción necesarios para la internalización de la ficción. Por ejemplo, ni siquiera se mencionó el concepto de la Cuarta Pared. Pero este es un blog, tampoco se trata de dar una cátedra.

Macksim R. dijo...

Hoy desempolvé mis libros de la universidad sobre teoría de la comunicación para leer un poco más sobre este tema. Es increíble como hay procesos tan cotidianos que uno olvida lo complicados que son en realidad.

Esteban Jo King dijo...

A propósito de eso de la dificultad de mantenerse enfrascado en la trama de una película: es totalmente verdad. Un tipo molesto en el cine puede distraerlo a uno demasiado. Cuando voy al cine busco sentarme hasta atrás, para al menos tener la certeza de que no habrá gente parloteando o masticando rosetas de maíz a diez centímetros de mis oídos.

Por si no los han leído:

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