martes, 13 de abril de 2010

A burro negro no le busques pelo blanco

(Foto: Peter Cade)

Los cabellos ajenos pueden, en ciertas circunstancias, producirnos severos disgustos. El comensal que encuentre uno en su sopa, verá arruinada su cena. La dama que encuentre uno en el marido, probablemente emprenderá camino donde su abogado. Pero por muy molestos que sean los cabellos ajenos, los propios pueden dar sinsabores más graves. Como cuando los encontramos en nuestras sienes, impúdicamente desprovistos de toda pigmentación.

Por muy jovial que uno quiera ser, encontrarse el primer cabello gris en la cabeza le marca a uno la vida. Quien se topa con tan desagradable hallazgo, invariablemente pasa a experimentar algunos o todos de los procesos mentales siguentes:

Negación: “Eso no era una cana. Si entrecierro los ojos y apago la luz, mi cabello todavía se ve oscuro. Esto no me puede estar pasando, no a mí.”
El individuo reacciona arrancándose la cana, tiñéndola o bien peinándose con cuidado para esconderla entre los demás cabellos. Luego procede a fingir que todo sigue igual que antes. Esta etapa puede durar años.

Cólera: “¿Por qué yo? ¡No es justo! ¿Cómo pudo salirme una cana a mí? ¡No voy a descansar hasta hallar al culpable!”
En esta segunda fase, el individuo no puede seguir negándose a ver la realidad. En estos momentos, la persona es muy difícil de tratar, pues maneja ira y envidia mal enfocados. Ver a alguien con una cabellera sin canas produce en el individuo oleadas de envidia y resentimiento. Se arrojan a la basura sombreros demasiado ajustados y champús-acondicionadores, a los cuales se culpa de provocar la situación.

Negociación: “Tan sólo quiero conservar mi cabello oscuro hasta que me asciendan a gerente. Haría cualquier cosa por un poco más de tiempo con el pelo oscuro. Con gusto daría todos mis ahorros si tan solo...”
La tercera etapa hace surgir la esperanza en el individuo de que puede posponer o retrasar el encanecimiento. Usualmente se dirigen las negociaciones a un Poder Superior a cambio de un cambio de vida. Se intentan tratamientos homeopáticos, masajes orientales y enjuagues orgánicos.

Depresión: “Estoy tan triste, ¿para qué pierdo mi tiempo en hacer cualquier cosa? Voy a tener el cabello blanco, y nada puede evitarlo. Extraño a mis rizos castaños...”
En esta cuarta fase, la persona empieza a entender la certeza del encanecimiento. Debido a esto, el individuo puede volverse muy callado, negarse a recibir visitas y pasar mucho tiempo llorando y doliéndose por sus cabellos palidecidos. Este proceso le permite al individuo a desconectarse a si mismo del color de pelo que alguna vez tuvo. No se recomienda intentar alegrar a la persona en este estado. Es un importante momento que debe procesarse en su totalidad. Se recomienda acudir a expertos en el tema, como barberos y estilistas.

Aceptación: “Todo va estar muy bien. No puedo luchar contra ello, por lo menos puedo hacer preparativos para su llegada.”
La última etapa viene con la paz y el entendimiento que tener la cabeza cubierta de canas no está tan mal. Los sentimientos de tristeza y cólera desaparecen por fin y se aprende a convivir, complaciéndose con la apariencia de distinción y seriedad que las canas otorgan. La apreciación por los cabellos desprovistos de pigmento llega de la mano de la comprensión de que hay una cosa peor que tener canas: no tenerlas.

Y si no nos creen, pregúntenle a los calvos.

2 comentarios:

Anna Rossi dijo...

Pues bienvenido al club de los Cabellos Grises. Y tu, en que etapa vas?

Mariana Stallen-Krug dijo...

Ala que tragico yo todavia estoy en negacion, eso de los pelos grises no es para miiiiiiiii

Por si no los han leído:

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