jueves, 13 de agosto de 2009

La esclavitud episódica

Hay una palabra que detesto con todo corazón. Cada vez que la miro, me dan escalofríos al mismo tiempo que siento oleadas de ira inundar cada partícula de mi ser. No, no es una palabra malsonante de esas que le dirigen a nuestra progenitora los otros conductores cuando uno se niega a darles el paso. Me refiero a algo mucho peor: la palabra "CONTINUARÁ".

Cada vez que ESA palabra hace su aparición, lo que hasta ese momento parecía ser una historia interesante e inofensiva, se revela de manera súbita como un exigente tirano ávido de consumir nuestro tiempo, nuestras energías y nuestro intelecto. Sin preguntar nuestra opinión, se nos impone la imperativa obligación de hacer lo que sea para obtener la siguiente dosis narrativa, pues de lo contrario seremos castigados con la mas terrible pena imaginable: no saber como concluye la cosa.



Y esto es especialmente cruel, pues según la teoría de Gestalt psicológicamente el ser humano está condicionado a buscar un cierre o un final en todo lo que hace o experimenta (Principio del Cierre). Mecanismos en nuestro cerebro nos dicen que dejar las cosas a medias es algo que sencillamente no se hace. Si empezamos algo, se termina.

Todo lo anterior predispone al televidente, al cinéfilo, al lector, al radioescucha y a todos los demás tipos de público a convertirse en víctimas indefensas de los despiadados guionistas que se aprovechan de las debilidades de su audiencia para encadenarlos a los más variados receptáculos de "diversión".

El entretenimiento secuencial es, sin lugar a dudas, una droga más poderosa y lucrativa que el crack, con la ventaja añadida de ser totalmente legal. Ya es hora de que la DEA deje de buscar narcos en Colombia para concentrarse en Hollywood. Si ya lo hubieran hecho, tal vez me podrían haber salvado a mí.

Desde muy joven me di cuenta de los efectos que este tipo de adicción causaba en las mentes y voluntades de mis parientes y amigos. Pensé que con evitar las telenovelas estaría a salvo, pero me equivoqué. Empecé viendo un poco de animé aquí y allá, y cuando sentí no podía vivir sin ello. Mi vida dejó de tener tenía sentido a menos que viera mi episodio diario. Luego comencé a seguir dos series. Luego tres. Después cinco. Fue un infierno, pero finalmente, pude liberarme.

Con gusto les diré como lo hice, en el próximo artículo.

2 comentarios:

Monica Salaberria dijo...

Ciertooo!! Necesitamos un nuevo Lincoln para que nos dé nuestra emancipación!!

Guillermo Puertas dijo...

Esta escoria inhumana que nos encarcela en prisiones de entretenimiento merece los más profundos círculos de averno!!

Por si no los han leído:

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