sábado, 13 de marzo de 2010

Metales pesados, parte dos

(Foto: Win Initiative)

Poco tiempo después de ingresar al estadio, La Gran Banda de Rock hizo su entrada dramática al escenario y el conciertodio inicio. La algarabía de la multitud era inconmensurable. Pero tan sólo minutos después, los músicos veían obligados a detener el concierto por razones técnicas. Él se puso nervioso. Treinta mil latinoamericanos enojados en un solo lugar es una mezcla exclusiva. Él se imaginó a sí mismo batallando por su vida mientras los aficionados enardecidos arrancaban los asientos, derribaban las torres de reflectores y linchaban a la banda. Afortunadamente, el problema fue solucionado y el show se reanudó sin problemas.

Si bien las cámaras fueron prohibidas (así como encendedores, monedas, anillos, pulseras, hebillas, relojes, navajas, llaves, collares y botas punta de acero, entre otras cosas), los teléfonos celulares sí podían ser ingresados y la gente no desperdició oportunidad para llevarse un par de recuerdos digitales del evento, algunos con más éxito que otros. En lugar de los encendedores y las velas presentes en los conciertos del pasado, las pantallas de teléfonos y PDAs iluminaban el recinto. Esa noche los sitis de redes sociales como YouTube, Flickr y Facebook se vieron inundados de cientos de miles de fotos borrosas y oscuras, así como por videos con pésimo sonido y cero visibilidad.

Si bien él no conocía ni la mitad de las canciones de LGBR, procuró tararear las que sí se sabía. Aunque la visibilidad no era muy buena, la característica de la sección donde él y sus amigos se encontraban era que tenía asientos, lo cual constituía una ventaja estratégica indiscutible. En cambio, los pobres de Gramilla y VIP a pesar de pagar elevados precios por sus boletos, tuvieron que estar de pie casi ocho horas.

Si bien en el exterior fue necesaria la presencia de los escuadrones antimotines, él debió reconocer que para quienes estaban adentro del estadio, la experiencia en general fue muy tranquila. A los destellos de la pirotecnia del show de LGBR, se aunaron las nubes de sustancias prohibidas que estaban siendo consumidas por algunos de los espectadores. Algo tiene el rock que siempre incita a la gente a consumir hierbas. Tal vez por ello fue que algunos consideraron una buena idea trepar la valla de seis metros que separaba al graderío de la gramilla. Él contempló a decenas de individuos trepar digilentemente la valla y pasarse, hasta que una imprudente y torpe jovencita se quedó atorada en el alambre de púas que coronaba la valla y requirió de la ayuda de seis personas para bajarla de allí.

Aunque él se divirtió bastante con sus amigos durante el concierto, algo se hizo muy evidente: ninguno de ellos era ya un jovencito. Aunque la música siguiera siendo la misma, ellos sí habían cambiado. Espaldas, piernas y estómagos se revelaron en los días subsecuentes, obligando a más de alguno a pasar días enteros en reposo.

Y es que eso es lo malo de subirse al tren de la nostalgia: entre más lejos trata de retrocederse, más violento es el retorno al presente.

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Lecturas relacionadas: Metales pesados, parte uno.

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