viernes, 5 de marzo de 2010

Tic TAC

(Foto: Rubberball)

Las introspecciones suelen ser algo muy personal, a menos que las exija el doctor. En esos casos se vuelven algo muy gráfico.

Él se sintió confundido cuando el doctor le recetó una Tomografía Axial Computarizada (TAC). El nombre tan rimbombante le hizo sentir especial curiosidad, pues si bien él las había oído mencionar las tomografías incontables veces en la televisión, nunca en la vida le habían hecho una.

Cuando él se apersonó en la sala de Radiología, se encontró frente a frente con un descomunal aparato color blanco de forma toroide. Siguiendo las indicaciones del técnico, él se descalzó y se acostó boca arriba en la camilla con la cabeza colgando. Motores hidráulicos ocultos hicieron avanzar la camilla hasta colocarla en el centro de la colosal máquina, la cual empezó se encendió más luces que un árbol de Navidad y empezo a rugir mientras sus componentes internos giraban irradiando generosas dosis de radiación electromagnética por todos lados.

Como él no tenía otra cosa que hacer más que permanecer inmóvil en la incómoda posición necesaria para realizar la TAC, le dio permiso a su hemisferio derecho a divagar a su sabor y antojo. Obedientemente, su cerebro produjo una serie de imágenes mentales, cada una más alucinante que la anterior. Empezó con visiones de Bill Bixby desempeñando el papel de Bruce Banner en cierta serie de televisión de los setentas. Si las sobredosis de rayos gamma lo ponen a uno verde, ¿de que color lo pondría a uno una sobredosis de rayos X?, se preguntó. No lo sabía, pero no le urgía averiguarlo.

Justo cuando se imaginaba a si mismo como un astronauta en su nave espacial surcando el universo en búsqueda de vida extraterrestre, la máquina se detuvo. La tomografía estaba lista.

El técnico le invitó a ver las imágenes y él aceptó, sin imaginar que iba a ver algo asombroso. En cada cuadro, huesos, músculos y cartílagos aparecían rebanados como si un inmenso cuchillo le hubiera rodajado su cráneo. Una rebanada en particular le llamó la atención.

-Eso parece un rostro, dijo sorprendido.
-En efecto, fue la respuesta. Así luce su cara cuando es bañada en rayos X.

Volvió a ver la imagen con más detenimiento. Pero en vez de reconocer la amable faz que veía todos los días en el espejo del baño, se topó con un insólito semblante desnarigado, de ojos sin pupilas, incisivos negros y sin una mandíbula inferior visible. Lo único que él pudo pensar es que el astronauta de su imaginación al fin había encontrado a su marciano.

1 comentario:

Susana Estevez dijo...

Yo creo que una sobredosis de rayos X deberia... convertirte en un esqueleto, porque estarías muerto.

Por si no los han leído:

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