domingo, 7 de marzo de 2010

Misoginia a la hora del té

(Foto: Anne Rippy)

Lo primero que dijo al sentarse fue:

-Eso de que las mujeres manejan mejor que los hombres es completamente falso. Todo el mundo sabe que todos los accidentes de tráfico los ocasionan las mujeres.

Desde siempre, Vinicio siempre ha sido de opiniones muy firmes, especialmente con respecto al género femenino. No por nada una estudiante de Humanidades le clavó el apodo de “Chau, Vinicio” y otra más críptica le puso “Onigósim”. Pero eso a Vinicio nunca le importó, así como ahora tampoco le importaba estar haciendo comentarios de ese calibre en medio de un restaurante repleto de señoras celebrando el Día Internacional de la Mujer.

Quienes hemos elegido ser sus amigos, hemos aprendido a ignorar a Vinicio cuando empieza con sus postulados socioculturales. Mientras nos servían las bebidas, Vinicio prosiguió:

-Amigos míos, la cosa es así: Las mujeres carecen de nuestra habilidad natural para calcular espacio tridimensional. Por ello manejan despacio y traban el tráfico, lo que causa frustración en los demás conductores, lo que los hace tomar medidas desesperadas que al final ocasionan colisiones. Esa es una forma en la que las mujeres causan accidentes.

Volteé a ver a Ernesto, quien sonreía divertido ante los desvaríos de nuestro compañero. Su novia dice que a Vinicio en vez de darle el pecho, le dieron la espalda.

-Para evitar que las mujeres traben el tráfico, algunos hombres toman el volante y llevan a sus mujeres en el asiento de copiloto. Pero aunque las mujeres son pésimas conductoras, son peores como navegantes. Se la pasan todo el camino señalando cosas que no les parecen de la forma en la que maneja el hombre. Que va muy rápido, que muy lento, que está muy pegado al de enfrente, que se pasó un rojo. Un piloto, atarantado de tal modo, pierde el control del volante y choca. Otro accidente ocasionado por una mujer. Por eso, si uno insiste en llevar a una mujer en el auto, hay que llevarla amordazada. O en el baúl.

Algunas mujeres de las mesas vecinas empezaban a prestar atención a la perorata y sacudían la cabeza disgustadas. Sorprendí a Roberto fingiendo leer el menú cuando en realidad escondía la cara para que la gente no lo viera en compañía de nuestro querido orate. Saúl intervino: 

-Pero hay accidentes donde el hombre iba solo. ¿Esos también son culpa de las mujeres?

-Pues claro. En esos casos, siempre resulta que el hombre perdió la concentración por estar hablando con alguna mujer por teléfono. Siempre es culpa de la mujer.

Vinicio iba a decir algo más, pero fue interrumpido por la mesera, quien traía nuestros platos. Cuando nos disponíamos a comer, con el rabillo del ojo, me di cuenta que nuestra mesera y varias de sus compañeras nos espiaban desde la cocina. Parecían esperar algo. En el momento en que Vinicio tragó su primer bocado, ellas se codearon unas a otras, sonrientes y con un aire de satisfacción.

1 comentario:

Rodrigo Guaem dijo...

Yo siempre he pensado que las mujeres merecen las mismas oportunidades que tienen los hombres de probar su incapacidad y torpeza.

Por si no los han leído:

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