martes, 9 de marzo de 2010

Un idilio muy selecto

(Foto: Markku Heikkilä)

No fue sino hasta que la vi ese día en el supermercado que me di cuenta cabal de cuánto la había extrañado durante todo nuestro distanciamiento.

Cuando la conocí, yo era prácticamente un niño mientras que ella había sido amiga de la familia desde siempre. Al menos de mi parte, fue lo más parecido al amor a primera vista. Nuestros primeros encuentros fueron casuales, y debo admitir que ella me hablaba de cosas que yo no entendía, pero me encantaba tratar de descifrarla.

Ella tenía muchas facetas. Podía ser muy seria o contar unas historias tan divertidas que lo hacían a uno rodar por el suelo a carcajadas. Con la misma facilidad hablaba de deportes, política o literatura. Era tan popular, que a veces costaba mucho tener un rato a solas con ella. Todos la querían. A veces me enteraba que ella había salido con mi hermana un día, otras veces andaba con mi madre y unas más con mi abuela. Así que aprendí a valorar nuestro tiempo juntos. A mi me encantaba compartir el desayuno con ella los fines de semana. Una vez le derramé un poco de yogur encima, pero a ella no le importó, y como si nada, siguió contándome sobre unos saboteadores italianos que habían instalado bombas a bordo de minisubmarinos durante la Segunda Guerra Mundial.

Ella le brindó nuevos horizontes a mi cultura: por ella sé que la última actuación de Voltaire fue la mejor de su vida. También me ayudó a conocerme a mi mismo. Con sus hilarantes historias, desarrollé mi gusto por la comedia. Con sus antologías de caricaturas, me di cuenta lo mucho que me gustaba dibujar.

Pensé que íbamos a estar juntos por siempre, pero me equivocaba.

De un día al otro, ella comenzó a cambiar profundamente. De ser culta y sofisticada, pasó a ser intrascendente y superficial, una más del montón. También comenzó a adelgazar mucho. Incapaces de aguantar sus radicales cambios de comportamiento, mi familia y yo nos fuimos alejando de ella hasta que dejamos de verla por completo. Un par de veces me la encontré casualmente en la casa de algún amigo, pero nunca me sentí inclinado a acercarme, y ella tampoco. Con el tiempo, dejé de pensar en ella y me enfoqué en otras áreas de mi vida.

Y así estuvieron las cosas por mucho tiempo hasta que un día en el supermercado, cuando yo estaba haciendo cola frente a la caja registradora, tropecé con un anaquel y al volverme, allí estaba ella.

Había cambiado muchísimo. Todavía estaba penosamente delgada, pero se miraba saludable. Me comenzó a contar sobre nuevas estrategias de seguridad para automovilistas y sentí brotar un caudal de contradictorias emociones reprimidas. Finalmente me pregunté, ¿era posible que pudiéramos volver a ser como antes? Yo no lo sabía, pero estaba dispuesto a intentarlo.

Así que la tomé en mis manos y salimos juntos de la tienda. Yo estaba feliz. Ya hacía demasiado tiempo que no había pasado una tarde con una revista Selecciones nueva, así que ahora estaba decidido a disfrutármela hasta el último artículo.

3 comentarios:

Lafán dijo...

Me encantó esta narración del romance entre un lector y una revista. A pesar de que muchos dicen que la Selecciones no vale la pena, yo opino que sí, y que todo lo que nos encamina a la lectura es valioso (inclusive los chistes, ésos que ahora se llaman comics). En mi casa hay cajas llenas de ejemplares antiguos, que no quieren decirnos adiós y nosotros no queremos separarnos de ellos.
En mi caso, además de lo que dice en breves páginas, me encanta el tamañito que cabe perfectamente en mi bolsa y me acompaña al banco, al dentista, al doctor, para que la espera no sea una pérdida de tiempo.
Y recuerdo cuando la compraba y la escondía bajo mi almohada para poderla leer antes de que se saliera de mi órbita.

Idette Landa dijo...

Jajajaj a mi siempre me gustaron las secciones de anécdotas: Gajes del Oficio; La Risa, Remedio Infalible y Citas Citables.

Rafael Sans dijo...

Jajaja... buen post.
Pues tienes razón: la Selecciones cambió demasiado a mediados de la década de los noventas y casi toda esta década. Realmente no sabría decir en que momento dejó de ser tan absolutamente estúpida, pero ya no es como antes tampoco.

Por si no los han leído:

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